Atardecer – El otoño antes del invierno

La llegada de ese otoño me emocionó, creo que soy una persona de temporadas intermedias. Las hojas empezaban a caer de los árboles romanos antes de que yo entrara a la que sería, mi última sesión de terapia. Al parecer, después de 5 largos años estaba curada. Cuando mi terapeuta me lo dijo, quise abrazarlo, pero él puso esa distancia tan profesional que siempre lo caracterizó. Según yo, él también tenía unas ganas irrefrenables de corresponderme o por lo menos, me gusta vivir ese recuerdo así. Aunque logré mantener la compostura al salir, apenas comencé a bajar las escaleras los ojos se me empezaron a empañar. La puerta principal se abrió y el viento se levantó con ella, barriendo hojas, lágrimas y cualquier otro objeto en decadencia. Por un segundo pensé que la naturaleza, la vida o el espacio trataban de animarme; que esa gran fuerza, fuese lo que fuese, probaba empatía por mí. Con los audífonos puestos, caminé dejando que la luz del atardecer me exprimiera las pecas y las sombras se alargaran a mis espaldas. En mi pequeña gran soberbia pensé que a partir de ese momento, sería muy feliz. Y lo fui. Hasta que dejé de serlo.⁣

De lutos y matrimonios – Parte 1/3